Jacobo Borges: «Tengo la curiosidad intacta»
Business Venezuela llegó hasta Jacobo Borges, lo entrevistó y plasmó en palabras sus inicios, sus sueños, sus caminos, sus contradicciones, su obra. En esta entrevista descubrimos que este catiense pudo ser Guardia Nacional, que un niño lo descubrió, que a sus 85 años es un joven que tiene la curiosidad intacta, que su primer libro fue “Vidas Paralelas” de Plutarco y que entre ciudades va y ciudades viene, nunca tuvo un sitio fijo sino el Ávila. “Caracas no me da ganas de irme”
Por Víctor Amaya
La vida de Jacobo Borges se cuenta por períodos de 30 años, pero no de edad sino de trabajo artístico. En 1976, en México, una gran fiesta sirvió para homenajear sus primeras tres décadas de trabajo plástico. Entonces, el Museo de Arte Moderno de la capital azteca organiza la exposición «Magia de un realismo crítico» que recopilaba ese primer marco histórico de su obra. Un evento que el propio artista recuerda con agradecimiento pero también con contradicción. «Era el primer homenaje de mi vida y de repente yo no estaba arriba sino tristísimo, en una situación que era lo contrario. Pero eso es parte de la visión de un artista».
Se refiere el maestro a las complicaciones emocionales, como la del amor cuando deviene en muerte en Romeo y Julieta. Pero también a su propia manera de actuar y ver el mundo. «Mi mamá decía que yo era el mar de las contradicciones. Si dices sí, yo digo no. Eso ha sido así todo el tiempo. En París, como todos mis amigos eran pintores abstractos, yo hice lo contrario y monté una exposición con unas máscaras de Yare, un grupo que bailaba tambores y yo pintando como un pintor popular venezolano».
Borges recuerda que en la ciudad de la luz sí le llamó la atención el movimiento abstracto, que Omar Carreño se casó inmediatamente con él al llegar a la capital francesa «y hasta me trató de convencer». Pero el caraqueño nacido en 1931, el catiense enamorado del Ávila, decidió hacer lo contrario, como siempre. Esa montaña que corona Caracas aún la recuerda como un niño, cuando no había tantos edificios, cuando la mirada llegaba lejos, cuando el cerro se alzaba por encima de una ciudad aún incipiente en los años 30 y 40 del siglo pasado.
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